Ceuta-Ouadane

conexiones multidimensionales


 

 1. prefacio

En noviembre de 2021, con un grupo de amigos mauritanos y marroquíes, organizaremos la primera edición de Caravane Ouadane (en paralelo con Caravane Tighmert) en la ciudad del mismo nombre, en la región mauritana de Adrar, pero, ¿cuál es mi interés por organizar un evento cultural a 3.400 km de Ceuta?

Después de años investigando en el norte de África, he visto cómo la curiosidad me ha llevado a lugares sin conexiones aparentes; ciudades y territorios distantes pero a la vez conectados con Ceuta, gracias a su posición geográfica en el estrecho de Gibraltar. Para comprender estos vínculos africanos es necesario entender la historia y la geografía de esta parte del continente de acuerdo a sus múltiples dimensiones.

Volvamos al proceso por el que llegué a Ouadane, porque se podría pensar que todo estaba planeado de antemano, pero a decir verdad, hace 10 años este viaje vital me hubiera parecido inimaginable, quizás esa era la clave, avanzar y profundizar en las temas a un ritmo no impuesto por condicionantes académicos o institucionales, dejándome llevar por la curiosidad.

Intentaré explicar cómo reconstruí estas conexiones entre Ceuta y Ouadane (desde un punto de vista muy personal), pasando por otras ciudades como Marrakech y Tighmert. 

 

 2. Almorávides

Cuando se inicia una investigación sin un plan preestablecido siempre se corre el riesgo de no comprender por completo toda la información adquirida, pero también es cierto que esta forma no lineal, en el espacio y en el tiempo, nos permite volver a revisar varias veces diferentes aspectos de nuestra historia (y de nuestro presente). Desde mi vuelta a Ceuta en 1997, tras mis estudios de arquitectura en Sevilla, he tenido la oportunidad de trabajar con el patrimonio arquitectónico de mi ciudad comprendido entre los siglos X y XX, siendo Ceuta un campo complejo de investigación e intervención dado el tamaño del territorio y la cantidad de elementos de interés patrimonial existentes. Durante esos primeros años profesionales aprendí, junto a mis amigos con quienes explorábamos el patrimonio de la ciudad y sus alrededores, que no bastaba con estudiarlo desde un solo punto de vista; arquitectónico, histórico, arqueológico, social o cultural; Se necesitaba una visión más amplia y transdisciplinar, hecho que también tuve que aplicar en el desierto desde mis primeras visitas en 2010, pues era necesario considerar la arquitectura, la geología, la geografía, la agricultura, la hidráulica, la sociología, la historia, la cultura... para comprender plenamente la dimensión de un territorio desértico. En ese momento aún no sabía que un desierto contenía múltiples dimensiones, además, perceptibles de manera diferente (DIMENSIONS OF A DESERT y PERCEPTIONS OF DIMENSIONS), dimensiones que podían aproximar territorios alejados como los de la Jebala en el norte de África y el Adrar en el Sahel. 

 

Entre las huellas que las civilizaciones han dejado en Ceuta, y de las que teníamos conocimiento a finales del siglo XX Ceuta, podemos citar las murallas y torres medievales islámicas, las murallas portuguesas, el-Afrag, las fortificaciones de la Almina y el monte Hacho y los fuertes fronterizos o neomedievales (siglo XIX). No fue hasta 2002 que descubrimos la puerta Califal (dentro de la fortificación portuguesa del siglo XVI), hecho que posteriormente desencadenó toda una serie de trabajos y descubrimientos sobre los períodos romano, bizantino y omeya.

 

Aún contando con este extenso legado, pienso que la importancia histórica de un lugar no puede medirse únicamente por el patrimonio material que ha llegado hasta nuestros días, por ejemplo, en Ceuta no tenemos una fortificación, ni otro tipo de construcción de referencia, construida durante la dinastía almorávide, cuando estos tuvieron que conquistar y ocupar Ceuta para poder controlar el Estrecho y asegurarse la expansión de su imperio y de su dominio sobre el califato de Córdoba; en realidad no tuvieron la necesidad de construir nuevas fortificaciones porque las construidas por los omeyas en el siglo X fueron tan eficientes que estuvieron en funcionamiento durante 600 años. A pesar de esta falta de vestigios materiales almorávides en nuestra ciudad, el papel de Ceuta durante el siglo XI fue, sin embargo, importante, no solo como paso obligado de las caravanas que venían del Sahel, también por haber sido cuna de dos personajes que se convirtieron en figuras claves de la principal ciudad fundada por los almorávides, Marrakech.

2.1 Ceuta y Marrakech

En 1998 gané (con mi hermano José Luis) un concurso de arquitectura para el Ayuntamiento de Ceuta para rehabilitar los tres morabitos de la ciudad; Sidi Embarek, Sidi Ibrahim y Sidi Bel Abbès. Para documentarnos le encargamos a José Luis Gómez Barceló una memoria histórica sobre los mismos, gracias a la cual supe que el último había nacido en Ceuta en 1129 y que era venerado por los habitantes de Ceuta (el morabito está en el barrio de El Sarchal, a solo 10 minutos a pie de mi casa), pero me sorprendió aún más saber que fue uno de los 7 santos de Marrakech, ciudad en la que murió en 1204 (ya durante la dinastía almohade). En ese momento, 1998, no sabía lo importante que era Sidi Bel Abbès, hasta que realicé mi primera visita a su zawiya de Marrakech. En 2014 tuve consciencia de lo que representaba para sus habitantes, solo necesité 15 minutos para observar lo que ocurría en el patio de acceso y en el complejo que habían construido alrededor de su tumba. A partir de ahora, cada vez que me quedo en Marrakech, intento pasar por su zawiya para rendirle homenaje y sentirme orgulloso de mi paisano.

morabito de Sidi Bel Abbès en Ceuta

zawiya de Sidi Bel Abbès en Marrakech

 

Otro personaje con antecedentes similares, nacido en Ceuta durante la época almorávide en 1083 y muerto en Marrakech durante la dinastía almohade en 1149, fue Cadi Ayyad. Debo admitir que hasta 2018 no supe que era de Ceuta. Mientras caminaba por mi ciudad, leí una placa en una calle, “Avenida Cadí Iyad”, me dije, “mira, como el que le da nombre a la Universidad de Marrakech”. Mi sorpresa fue mayor cuando busqué y leí que era de Ceuta y también se había convertido, como Sidi Bel Abbès, en uno de los principales santos de Marrakech. Al instante me hice una pregunta: ¿Qué encontraron en Marrakech para que los dos se establecieran y terminaran sus vidas allí? Me dije que tendría que buscar la respuesta precisamente en Marrakech y en los lugares que estuvieran conectados con esta ciudad.

zawiya de Cadi Ayyad en Marrakech

 

2.2 Marrakech

En 2011 fui a Marrakech por primera vez con Younès Rahmoun, que iba a visitar un sitio para un posible encargo (Nakhla) para el proyecto del parque de esculturas de la Fundación Alliances. Después de unos días, tuve la sensación de estar en una ciudad demasiado turística, donde los visitantes podían pensar que ya habían visto todo Marruecos, una especie de escaparate de todo un país. En ese momento, ya había estado en las regiones de Guelmim y Tafilalet, y para mí la imagen de Marrakech como si fuera el sur de Marruecos, no me atraía, era una imagen demasiado banal. Sin embargo, la ciudad también ofrecía una imagen más contemporánea que las de Tetuán o Tánger a las que estaba acostumbrado. Fue a fuerza de pasar por Marrakech en cada uno de mis viajes hacia el sur que esta ciudad comenzó a llamar mi atención, convirtiéndose en la ciudad de Marruecos donde ahora paso más tiempo.

En 2014, durante la Bienal de Arte Contemporáneo, comencé a introducirme verdaderamente en la ciudad, en su historia, en su cultura y en sus gentes; Lo hice gracias a mis amigos del mundo del arte y a Caravane Tighmert ya que desde 2015 Marrakech se ha convertido en un punto de encuentro con los artistas participantes en el evento antes de bajar todos juntos a Guelmim. Con el tiempo, las numerosas invitaciones a participar en talleres, conferencias, mesas redondas, exposiciones y seminarios (Biennale d’Art Contemporain, LE 18, Musée de l’Eau…),me han permitido conocer artistas, activistas culturales e investigadores que me han proporcionado abundante y valiosa información para conocer la ciudad, desde su fundación en el siglo XI hasta la actualidad (la construcción fue iniciada por los almorávides, terminada por los almohades y transformada por los saadíes), sobre temas tan interesantes como las fortificaciones de la ciudad (muros, puertas, tejido urbano...), el sistema hidráulico (a varias escalas; fuentes de barrio, fuentes de distribución, depósitos de agua, khetaras, hidrografía del Hauz...), la organización social y espacial de los barrios, las infraestructuras (antiguas como las rutas de caravanas o las modernas como las carreteras, ferrocarriles y aeropuertos), las relaciones con el territorio, el papel de la ciudad a lo largo de la historia, el desarrollo económico, su cultura y su contemporaneidad... Además, la investigación realizada en el desierto sobre caravanas, nomadismo, patrimonio, geografía... me mostró la complejidad de Marrakech al está estrechamente ligada a un territorio comprendido entre Mauritania (y Mali) y el Mediterráneo, incluso hoy.

 

Es precisamente a través la cultura contemporánea (ya sea la Bienal de Arte Contemporáneo que duró hasta 2016 o la Feria de Arte Africano Contemporáneo 1-54 que tomó el relevo de la bienal en 2018, el festival de danza contemporánea On Marche y otros eventos) que entendí la noción de centro, encrucijada o polo de referencia, a escala nacional y continental, configurando la identidad de una ciudad del siglo XXI, que en ciertos aspectos podría estar muy cerca del estatus de Marrakech durante los períodos almorávide, almohade y saadí y que muy bien podría explicar por qué Sidi Bel Abbès y Cadi Ayyad se establecieron en esta ciudad.

Una de las cuestiones que más me fascina de Marrakech es la posibilidad que ofrece de combinar historia y contemporaneidad en diferentes dimensiones pero en un mismo espacio geográfico.

Además, Marrakech conserva un cierto cosmopolitismo pero que pasa desapercibido para la mayoría de visitantes, el hecho de haber sido un cruce de caminos también implica la acogida de “inmigrantes” o viajeros durante siglos, una población que se asentó con los suyos (normalmente los miembros de una misma tribu) en barrios específicos de la medina, por lo que actualmente, una parte de la organización espacial de la medina está vinculada a la organización social, esto es tribal, de ahí la necesidad de conocer más sobre las tribus de Marruecos.

 

 3. las tribus

En 2015, después de haber recorrido todos las alcazabas (ksour), zawiyas y alcazabas (kasbahs) del valle de Drâa en Zagora, que dieron lugar a un plano guía del patrimonio arquitectónico (y sus conferencias), tomé conciencia de la importancia que todavía hoy tienen las tribus en la organización espacial del territorio y en la vida social (y política), al menos en el sur del Alto Atlas, en particular en los oasis y en las regiones nómadas. Las tribus pueden ser consideradas tbién como un patrimonio inmaterial que ha dejado sus huellas en la arquitectura, el urbanismo, la gastronomía, la música, la danza, la poesía... Tribus bereberes, árabes, draouis, saharauis, judíos y cristianos forjaron durante siglos lo que hoy conocemos como Marruecos. Lo que hace que esta comprensión sea aún más difícil, y a la vez fascinante, es el origen nómada de la mayoría de estas tribus, por lo que si no nos esforzamos por comprender qué es el nomadismo nunca llegaremos a asimilar el proceso de transformación y de conformación de la identidad de todos aquellos países en los que una parte de la población ha sido, o sigue siendo, nómada. Para añadir un poco más de complejidad, tenemos el Sáhara, un espacio geográfico que ha sido testigo durante siglos de los desplazamientos de las tribus nómadas entre el Magreb y el Sahel, convirtiéndose en un espacio de transmisión e intercambio que ha dado lugar a una mezcla cultural y social que aún pervive. De la misma forma que remarqué el cosmopolitismo de Marrakech, también se podría considerar el desierto del Sáhara como un espacio cosmopolita, lo que podría ser contradictorio considerando la baja densidad de población en esta región y la dificultad de establecer encuentros físicos.

 

Esta perspectiva nómada es importante, a pesar de la desaparición del gran nomadismo debido a varios factores; el cierre de fronteras (desde hace décadas); los periodos de sequía; los cambios en la gobernanza de los países que comparten el Sáhara. Sin embargo, aún se percibe la presencia de nómadas dentro de los límites fronterizos, eso sí, se trata de grupos reducidos a la unidad familiar en lugar de campamentos con cientos de khaïmas como los que había antes de la independencia. En Marruecos, estas familias nómadas se mueven entre áreas geográficas bien definidas como la costa mediterránea, el Alto Atlas, el valle del Ziz y Ghegris, el valle del Drâa, el Bani, la cuenca de río Noun, Saguía al-Hamra y Río del Oro. Haber podido compartir viajes con nómadas de estas regiones me dio otra visión completamente diferente de estos mundos paralelos, pudiendo encontrar muchas respuestas a las preguntas que surgieron durante mi investigación sobre los oasis, aunque estos encuentros provocaran a su vez nuevas cuestiones que me obligaron a profundizar aún más y a alejarme geográficamente del sur de Marruecos en búsqueda de respuestas.  

 

Una de las cosas que más me llamó la atención fue la importancia de las tribus en la identidad de los habitantes del sur, ya fueran sedentarios o nómadas. Por ejemplo, durante los encuentros casuales entre nómadas, después de los cinco minutos de saludos de cortesía, la primera pregunta que se hacían siempre era: ¿De qué tribu eres? Y no, ¿de qué pueblo o territorio eres? Este rol identitario de las tribus me ha ofrecido y me ofrece un magnífico tema de conversación con mis amigos a la hora de profundizar en sus historias familiares y en sus orígenes. Muchos de ellos o son del sur o tienen conexiones con él, independientemente de que vivan en el norte o en el centro del país; Dabah, Arejdal, Bouhchichi, Hida, Abyad, Lakrissa, Fakhir... por citar sólo algunos. Con ellos hemos aprovechado las actividades culturales que hemos organizado para realizar investigaciones sobre sus respectivos territorios, lo que nos ha llevado en la mayoría de los casos, a nuevas áreas y territorios de exploración: Tighmert, Assa, Akka, Zagora, Rissani, Figuig, Marrakech, Ouadane... 

 

Tengo que aclarar que en las grandes ciudades de Marruecos no hay un gran interés por las provincias presaharianas y saharianas, consideradas como regiones “pobres” y sin cultura, solo con folclore, olvidando que muchas de las dinastías marroquíes han tenido su origen en las tribus nómadas del desierto; almorávides (del Adrar en Mauritania); los almohades (Alto Atlas); meriníes (región entre Rissani y Oujda); saadíes (Zagora); alauitas (Tafilalet). Es precisamente el dominio de estas dinastías sobre Marruecos, y más allá de las fronteras actuales, lo que dificulta la comprensión de las relaciones entre tribus y territorios, sobre todo si tenemos en cuenta el nomadismo y el desierto, que transformaron el norte de África en un rompecabezas temporal y espacial.

itinerario de Brahim Ould Alien, desde octubre de 1951 hasta febrero de 1952 (Estudios Saharianos, Julio Caro Baroja)

desplazamientos de Mohammed Abdallah durante su vida y hasta 1952 (Estudios Saharianos, Julio Caro Baroja)

Vamos a usar una de las tribus como ejemplo de esta complejidad, los Sanhadja, que con los Zenetas y los Masmoudas dieron lugar a la dinastía almorávide. Durante siglos, estas tribus (sedentarias o nómadas) se asentaron o se trasladaron en territorios comprendidos entre el río Senegal y el Mediterráneo. Estaban en el Rif, en el Atlas Medio, en la parte oriental del Alto Atlas, en el sureste, en el Sahara, en el Adrar... Si tenemos en cuenta el poder de la identidad tribal, más el control del territorio, y por tanto las infraestructura de transporte (las rutas de las caravanas), no sería difícil imaginar las bases (entre otras) sobre las que se construyó la dinastía almorávide.

 

En esta red de caravanas, y dada la baja densidad de población en la época del comercio transahariano, el papel de los centros logísticos como Fez y Marrakech fue determinante, más aún si hablamos de puertos, marítimos (como los de Ceuta, Safi, Agadir…) o saharauis (como Sijilmansa, Taragalte, Tamedoult, Noul Lamta o Adrar en la región occidental del Sahara). Vamos a detenernos en Noul Lamta, ahora conocido como Tighmert, en la provincia de Guelmim (Marruecos).

 

 4. Cararavane Tighmert

Después del primer viaje a Tighmert, Guelmim, en enero de 2010 (con Mohamed Arejdal y Younès Rahmoun), este oasis se ha convertido en uno de mis referencias en el sur, gracias a la amistad con la familia Dabah, a la organización de Caravane Tighmert y a su historia, aunque al principio, las menciones a las que aludían como la puerta del desierto me parecieron destinadas exclusivamente a los turistas, es decir, no muy creíbles. Con el tiempo, los viajes, la información compartida con amigos de otras regiones del sur, las actividades culturales y la investigación, me di cuenta, por un lado, de la importancia en la historia de Marruecos de este pequeño oasis, por otro, cómo esta historia podría convertirse en la base de una contemporaneidad a varios niveles.

Gracias a Caravane Tighmert hemos podido profundizar en sus raíces (arquitectura, agricultura, nomadismo, gestión del agua, sociología, danzas, música, poesía, geografía, geología, ordenación del territorio, historia ...), a medida que buscábamos información para ofrecérsela a los artistas que venían para desarrollar aspectos concretos del oasis, tal y como le pedíamos por otra parte. Como además el desierto nos impone una serie de condicionantes hemos tenido que tratar todas estas áreas de interés de manera coordinada, convirtiéndose Caravane Tighmert en una especie de laboratorio de investigación y creación que nos proporciona datos valiosos sobre el presente y el futuro de sus habitantes. Datos que me han ayudado a constatar por ejemplo, el desconocimiento que los jóvenes de ciudades como Guelmim tienen de los oasis y sus culturas, y cómo la gente de los oasis desconoce a su vez la realidad de los nómadas que pasan por sus territorios, unos nómadas que viven en sus mundos y sus dimensiones paralelos. Todo ello explica la brecha que separa dichos hábitats en sus estilos de vida y en sus pensamientos, dando lugar a un desarrollo de las ciudades marcado por una idea errónea de modernidad. Afortunadamente en el sur de Marruecos aún podemos encontrar estilos de vida y formas de pensar (ya) milenarias que podrían dar lugar a una nueva contemporaneidad de las ciudades. Esta es una de las muchas conclusiones a las que hemos llegado gracias a trabajar sobre el patrimonio del desierto con artistas de diversas disciplinas y que están más relacionadas con el futuro de un territorio y que con el pasado.

 

Pero Tighmert tiene otras especificidades geográficas en el contexto marroquí que también explican su singularidad. Si comparamos Noul Lamta con los oasis de los valles de los ríos Ziz y Drâa (en Errachidia y Zagora), la importancia no radica en un solo palmeral, o sucesión, sino en una red de oasis repartidos por la cuenca del río Noun y que en un momento de la historia pudo ser calificado como “polo logístico”, una estructura del territorio muy diferente si consideramos la red de alcázares y zawiyas dentro de los grandes palmerales (como son los casos de Ktaoua, Fezouata y Ternata en Zagora). Tampoco hay que olvidarse de los conflictos entre las tribus, que en ciertos momentos de la historia, han provocado que un palmeral no fuera considerado como una entidad única y homogénea, sino dividida en zonas (a veces estancas) según los conflictos y/o alianzas entre tribus.

Noul Lamta, Guelmim (Maroc)

 

Los elementos que caracterizaban estas áreas geográficas, convirtiéndose en referencia, eran los puertos; Sijilmasa en el valle del Ziz, Taragalte en el Drâa, Tamedoult en el Bani y Noul Lamta en el Noun. Fueron los principales puntos de llegada y salida de las caravanas que cruzaban el Sahara. Pero, ¿hay algún dato que nos permita afirmar que hubo una conexión entre Noul Lamta (Tighmert) y Mauritania? 

 

Es cierto que el concepto de caravana como instrumento de transmisión (físico y metafórico) puede resultar muy interesante, pero también muy abstracto y vago. Sabemos que Tighmert mantiene un patrimonio inmaterial compartido con otras áreas del Sahara; el dialecto (Hassanya), la música y la danza (Guedra, el-Medh, Dabous…), la gastronomía, la economía asociada al desierto… Pero ¿por qué Tighmert era un puerto sahariano? ¿Cuál fue su correspondencia en la orilla sur del desierto?

En primer lugar hay que explicar la importancia del agua en Tighmert ya que a 6 km del oasis hay un manantial natural que ha proporcionado agua ininterrumpidamente durante más de un siglo. Para caravaneros y nómadas, la certeza de encontrar agua en un punto específico del recorrido hace que ese lugar se vuelva imprescindible (lo que no ocurre con pozos que a veces están secos e implican un recorrido más largo en vano). Pero para convertirse en un centro logístico caravanero, no basta con tener agua constantemente, se necesita una red de oasis, distribuidos linealmente siguiendo un valle (como es el caso del valle de Drâa) o bien dispuestos alrededor de un área geográfica (como la cuenca del río Noun en Guelmim). Así, y dependiendo de la geografía de la región, cada elemento de esta red, normalmente asociado a una unidad social que puede coincidir con un oasis si es pequeño o con un alcázar en palmerales más grandes, puede tener una función definida en el abastecimiento o asistencia logística del comercio sahariano. Este concepto de centro logístico es importante y me llevó años llegar a esta conclusión. Sin embargo, era necesario confirmar este planteamiento al otro lado del desierto, porque según las diferentes rutas de caravanas indicadas en los relatos de exploradores e historiadores, el principal centro logístico de Mauritania, y conectado directamente con Tighmert, estaba en el Adrar, con un conjunto de oasis (Azougui, Taïzent, Atar, Chinguetti, Ouadane, Akjoujt, Terjijt, Toungad, Mhairith…) que tenían varias funciones, ser el primer punto de suministro tras la travesía y servir de bifurcación para las caravanas que luego se dirigirían hacia Mali o Senegal.

Adrar, Atar (Mauritanie)

 

Lo que quedó patente a lo largo de mi investigación fue la importancia de las caravanas y que era fundamental saber más sobre cómo “funcionaban”, cómo se desplazaban y cómo actuaban ante las diferentes situaciones a las que se podían enfrentar en el desierto. Tenía que vivir la experiencia de las caravanas...

 

 5. Project Qafila

En septiembre de 2013 le pedí consejo a un amigo de Zagora para ir a un bivouac en las dunas de Erg Chegaga en M’hamid (Zagora), pero quería ir a uno donde pudiera dormir en una khaïma tradicional y no en una tienda de campaña. Una vez en ruta entre Mhamid el-Ghizlane y las dunas, el guía que me acompañaba me dijo “¿querías dormir en una khaïma, verdad? Si quieres, buscamos una familia nómada y pasamos el día y la noche con ellos”. No me opuse, al contrario, me dije que sería una oportunidad descubrir esos espacios entre oasis donde pensaba que no vivía nadie. A decir verdad, fue un shock, me di cuenta no solo de que había una población que se movía constantemente entre los valles, también que tenían un estilo de vida completamente adaptado a las limitaciones de un desierto. A partir de ese momento, tuve que agregar el nomadismo a mi investigación en lugar de centrarme exclusivamente en los oasis.     

 

En enero de 2015 fui invitado por los hermanos Halim e Ibrahim Sbai a participar en el Festival Taragalte. En teoría, se suponía que debía hacer un taller de construcción en tierra durante una tarde, pero finalmente ayudé a montar y organizar el campamento. Durante los días previos a la apertura al público, pude vivir los mejores momentos del festival, cuando los músicos que iban llegando de Argelia, Mali, Mauritania y Marruecos, improvisaban conciertos después de las cenas. En esos momentos me imaginaba cómo podían ser las fiestas que organizaban los caravaneros al llegar a ciertos puntos para celebrar el éxito de la travesía. Estas experiencias confirmaban la idea que me había hecho de las caravanas a partir de los relatos de los viajeros y exploradores que había leído.

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Pero el momento más importante llegó después del evento, cuando en el campamento solo quedaron los habitantes de M’hamid. Durante unos días algunos nómadas permanecieron con nosotros y nos contaron sus vidas en el desierto. Fue mi primer contacto con Mokhtar, de la tribu Aarib, un nómada que hasta los años 80 atravesaba el desierto con caravanas. En sucesivos encuentros me contó las rutas que él utilizaba para ir de M'hamid a Rissani, Tighmert, Mauritania o Mali. Me explicó que muchas de las rutas de las caravanas en Marruecos eran utilizadas por las familias nómadas para desplazarse. Unos meses después comprendí que una ruta estaba determinada por la geografía y sobre todo por la existencia de pozos de agua así que tenía que añadir el AGUA a mis investigaciones asociadas al nomadismo y a las caravanas.

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En julio de 2016 durante la segunda edición de Caravane Tighmert, varios artistas me hicieron un mismo comentario sobre nuestra propuesta artística; si estábamos en una intersección de caravanas y adoptábamos el nombre de Caravane Tighmert, teníamos que ser coherentes y hacer del evento un proyecto nómada. Este comentario provocó reflexiones dentro del equipo organizador, pero decidimos mantener como prioridad el trabajo entre los artistas y la población local, aunque se empezó a evocar la idea de hacer una caravana con artistas e investigadores como un proyecto paralelo. Si teníamos en cuenta mis deseos de saber más sobre la población y los territorios nómadas y sobre las caravanas y sus rutas dentro de Marruecos, parecía evidente la creación de un proyecto de investigación como Project Qafila.

En noviembre de 2016 hice la primera caravana, Qafila Oula, entre Tissardmine y M'hamid el-Ghizlane, que en teoría iba a hacer con tres de los artistas que habían mostrado interés por este proyecto (Harraki, el-Mahdaoui e Hida). Al final no pudieron venir e hice los 350 km que separan ambos lugares solo, con la ayuda de Salim, un nómada de Errachidia y dos camellos. Esta primera caravana fue posible gracias a la ayuda de mis amigos de Café Tissardmine (Karen Hadfield et Youssef Bouchedor) que me animaron a vivir la experiencia y organizar la logística. Youssef (que falleció unos meses después) me había hablado mucho de su vida nómada cuando de joven viajaba con su familia todos los años desde M'hamid hacia Oujda (territorio nómada de las tribus que dieron origen a la dinastía meriní), explicándome la relación de los nómadas con la naturaleza, la ciudad y la vida sedentaria, informaciones que no suelen aparecen en los libros.


QAFILA OULA (2016)

 

QAFILA THANIA (2017)

 
 

QAFILA RABIAA (2019)

 

Aunque hasta ahora he realizado 4 caravanas, durante la primera se hizo evidente la necesidad de caminar y recorrer los territorios de la misma forma que lo hacían las caravanas hasta la década de los 90 en Marruecos. Al comienzo de este texto he explicado que era imperativo estudiar el patrimonio desde varios puntos de vista para evitar conclusiones parciales a la hora de entender nuestra historia, pues bien, las sucesivas caravanas que he organizado (incluida la segunda y la cuarta con artistas e investigadores) me han permitido acercarme a varias áreas de investigación con una visión completamente diferente, la de los nómadas. Ahora miro la cartografía y las imágenes satélites de las regiones desérticas de manera diferente, aceptando que estas son solo interpretaciones y representaciones pero que no muestran la realidad de un territorio, debido a la complejidad de estos espacios, y que en adelante tendría que utilizar una especie de filtro mental para trasladar estas imágenes a la realidad en caso de que quisiera hacer un viaje en caravana. 

 

Con esta nueva actitud, y con la ayuda de Pau Cata y Amado Alfadni, que participaron en Beyond Qafila Thania y que compartieron información sobre las caravanas encontradas en Gardaia (Argelia) y en la Universidad de Khartum (Sudán), decidí realizar un viaje virtual utilizando Google Maps para encontrar y rastrear las principales rutas de las caravanas, según los diversos documentos y libros encontrados (Antoine Bouillon también nos proporcionó muchas referencias). En la mayoría de los planos que mostraban estas rutas, las líneas que conectaban dos puntos (pueblos, aldeas, oasis, pozos de agua ...) estaban dibujadas de cualquier manera, mi objetivo era marcar los caminos como si fueran las rutas reales de las caravanas, asumiendo que estaba planeando ese mismo viaje y usando mi experiencia con los nómadas. Durante tres semanas estuve inmerso en un viaje ficticio y virtual por el Sahara sabiendo que la situación geopolítica en la mayoría de países hacía casi imposible realizar algún días esas rutas, pero como aún hay tres países con cierta estabilidad, Marruecos, Mauritania y Argelia, en ellos sí se podrían plantear estas “qafilas”, razón por la cual me voy a concentrar en los próximos años en las conexiones entre Noul Lamta y Adrar, dando continuidad a Proyect Qafila.

 

Hasta ahora he podido hacer a pie (en 4 etapas) los 1.000 km que separan Tissardmine (Errachidia) y Tighmert (Guelmim), a veces solo con nómadas, a veces con artistas y nómadas, experiencias que me han permitido aprender sobre el desierto, la vida nómada, la no arquitectura, la sumisión a la naturaleza, la historia, la geografía, el verdadero papel de los oasis... Sin embargo, me gustaría destacar un aspecto que podría ayudar a comprender mejor el vínculo que se establece (gracias al comercio de caravanas) entre lugares bastante distantes, para lo cual es imperativo una planificación y control del territorio.  

 

 6. fortificaciones almorávides

Las sucesivas dinastías marroquíes mantuvieron su poder mientras pudieron controlar su territorio y para eso se requerían ingresos con los que costear un ejército de considerable número y desplegarlo por todo el “país”. Durante siglos, estos ingresos estuvieron garantizados por el comercio de caravanas entre el Sahel, el Magreb, Europa y Oriente Medio, pero las rutas tuvieron que asegurarse con fortificaciones ubicadas estratégicamente para evitar ataques y facilitar el tránsito.

En diciembre de 2013 Antoine Bouillon (sociólogo francés que vive en Amezrou, Zagora) me hizo un recorrido por la fortificación almorávide de Tazagourt en Zagora, completamente en ruinas y de la que solo se sostienen algunos tramos de la muralla y torres del recinto. Era una pena ver un patrimonio arquitectónico tan impresionante en este estado. Nada más llegar comencé a analizarlo desde la perspectiva de la ingeniería militar, porque su ubicación en el valle y su disposición en el cerro no tenía mucho sentido. Estaba orientado hacia al norte y el propio cerro impedía ver los posibles ataques desde el sur. Debo admitir que en esta apreciación estaba condicionado por mis orígenes ceutíes ya que las principales fortificaciones estaban destinadas a frenar los ataques que llegaban desde el sur. Pero los almorávides venían del desierto y tenían que preocuparse solo por las tribus que pudieran atacar desde el norte, así que parecía lógico que la orientación fuera norte. Pero, ¿por qué esta fortificación no estaba en M'hamid, que era el punto de llegada de las caravanas? En ese momento no sabía nada sobre rutas de caravanas, pero como de costumbre, cada vez que surgían preguntas sin respuestas, nuevos temas de investigación se añadían a mi interés por el desierto. Desde ese momento intentaría saber más sobre las fortificaciones almorávides en Marruecos. 

 

Durante mis muchos viajes a Tighmert tuve la oportunidad de coincidir con Jorge Onrubia, un arqueólogo español que junto a Youssef Bokbot ha trabajado durante décadas en la cuenca del río Noun en Guelmim. Fue él quien me explicó el origen almorávide de Agwidir, la fortificación que está en Asrir, junto a Tighmert. En el pasado, Asrir y Tighmert eran un único palmeral (ahora dividido en dos) y eran conocidos como Noul Lamta. Las excavaciones arqueológicas han demostrado que, al menos desde el siglo IX, existía un comercio de caravanas con Mauritania y una infraestructura para acogerlas, es decir, una ocupación sedentaria de la cuenca, cuya fortificación, Agwidir, sirvió para albergar a la población en caso de ataques. 

 

En octubre de 2016, durante la primera caravana que realicé, Qafila Oula, hubo una situación que mostró la importancia de ponerse en la piel de los caravaneros para comprender aspectos de la geografía y del control del territorio. Después de rodear las dunas de Merzouga, nos dirigimos directamente a Taouz. La velocidad de la caminata permitía contemplar tranquilamente el paisaje mientras nos acercábamos a una roca coronada por una formación geológica particular, al menos eso es lo que parecía desde la distancia. Cuando estábamos ya muy cerca, me di cuenta de que en realidad se trataba de un muro construido de piedra que rodeaba la parte superior. La forma de la “roca” hizo que la orientación de la fortificación fuera más hacia el norte; fortificación en altura, construida en piedra y mirando al norte, las mismas características de Tazagourt. Salim se ofreció a detenernos para que yo pudiera subir y explorar el lugar pero yo sabía que iba a necesitar mucho más tiempo para examinarlo y que, de todos modos, regresaría en un futuro exclusivamente para eso, aprovechando una de mis numerosas estancias en Tissardmine (Errachidia).

 

Mientras preparaba Qafila Oula, había estado estudiando la geografía de la región con la cartografía que había encontrado por Internet, unos planos del ejército americano redibujados a partir de los realizados por el ejército francés en los años 40, eran bastante detallados y parecían fiables. Había imaginado una ruta basándome en esos planos y en Google Maps, pero mis amigos y Salim (el nómada que me acompañó), me explicaron que era un poco arriesgado porque algunos pasajes eran demasiados estrechos para los dos camellos. Me decepcionó saber que no íbamos a hacer el camino que yo creía que hacían las caravanas, pero tuve que aceptarlo. Después de 10 días de marchas , llegamos al valle de Drâa por Tizi n’Tafilalt, justo al lado de Tazagourt, en ese momento entendí la ubicación elegida por los almorávides, un cruce de caminos para las caravanas que venían de M 'hamid y que tenían la opción de ir en dirección a Sijilmasa (y Fez) o bien hacia Marrakech. Además, una vez terminada Qafila Ouala, conocí en Ouarzazate a Mohamed Boussalh, arqueólogo y director del CERKAS, cuando le hablé de las características de una fortificación de piedra, cerca de Merzouga mirando al norte, me confirmó que se trataba de Aoufilal, un asentamiento almorávide. Pude volver un año después y constatar su posicionamiento para controlar el paso de caravanas entre Zagora y Sijilmasa y entre esta última y Gardaïa en Argelia.

 

En febrero de 2018 el artista Abdeljalil Saouli (que había participado en las dos primeras ediciones de Caravane Tighmert) me invitó a visitar su pueblo natal, Moulay Bouchta al-Khamar (Taounate), donde estaba construyendo su casa estudio; quería que le confirmara la idoneidad de su sistema constructivo, tierra y madera de olivo, apoyándose en la roca existente en su terreno. También tenía curiosidad por conocer su entorno ya que su obra estaba muy ligada al lugar, al campo. Desde el primer día me llamó la atención la fuerza del paisaje, especialmente la presencia de las rocas sobre las que descansaban las casas, en una relación espacial y metafórica bastante singular. Encontré similitudes con los oasis, donde todo giraba en torno a la agricultura dentro del palmeral, que servía de protección contra la dureza del desierto, en el pueblo de Abdeljalil el elemento protector eran las rocas. Además, resultó muy interesante descubrir los dos morabitos de Moulay Bouchta, todavía muy venerado en la región, uno de arquitectura tradicional (alauita) en el pueblo y otro en la cima de la montaña, aprovechando una pequeña oquedad en la roca, pequeña, sin decoración ni elementos construidos, donde la arquitectura artificial era inexistente. Un morabito parecía más terrenal, el otro en completa simbiosis con la naturaleza.

Esta primera visita fue muy breve pero antes de irme mis amigos me llevaron a tomar un té al borde del embalse el-Wahda, desde el café divisé muros de piedra en lo alto de una de las montañas que rodeaban la cuenca. Abdeljalil me explicó que era una fortificación construida por los almorávides. Era obvio que iba a tener que volver a Moulay Bouchta…

 

En septiembre de 2018, Abdeljalil me sugirió que volviera para desarrollar una serie de investigaciones junto el artista sonoro suizo Gilles Aubry, que ya había venido varias veces a Moulay Bouchta, también a Tighmert. Tratamos varios temas, la arquitectura vernácula, su relación con el paisaje y las rocas, la historia, la geología, el papel de los artistas contemporáneos en la sociedad, la ruralidad, la educación artística... Muchos de estos temas los había considerado ya en mi investigación en el sur pero era interesante contrastarlos en una región del norte. En una de nuestras conversaciones surgió la idea de organizar un evento cultural, Sakhra (roca en árabe), para mostrar las potencialidades de un lugar como Moulay Bouchta respecto a la cultura contemporánea. La experiencia de Tighmert fue muy útil y durante un fin de semana los artistas invitados (algunos habían venido antes a trabajar o a descubrir el lugar) y el público (del pueblo o de otros lugares, en particular artistas y arquitectos) realizaron talleres, mostraron sus trabajos o participaron en conversaciones e intercambios.

 

Aproveché los viajes anteriores a Sakhra para profundizar mi investigación en torno a las fortificaciones almorávides, porque la existencia de Amergou me iba a dar nuevas pistas a seguir.

 

¿Por qué los almorávides eligieron este lugar? Si en el sur la situación de las fortificaciones estaba ligada a las rutas de las caravanas, ¿tenía sentido pensar en Moulay Bouchta como un cruce de caravanas? Tuvimos que revisar los planos con las carreteras antiguas y mirar con atención (en Google Earth) la topografía de la región porque desde Amergou podían controlar el paso de las caravanas que iban de Fez a Ceuta y las que dirigían desde Ceuta hacia Oujda y Argelia (uno de los principales ejes este-oeste de toda la red sahariana), es decir, fue un punto importante para asegurar el comercio. En un futuro próximo espero poder recorrer la ruta Fez-Ceuta a pie en el marco del Proyecto Qafila.

 

En noviembre de 2018, fue el turno de Qafila Thalitha, 330 km entre Tissint (Tata) y Tighmert (Guelmim). Ya conocía la existencia de la fortaleza Dar Sultan en Taghjijt (Guelmim) y había leído un documento sobre las excavaciones arqueológicas realizadas, ¿Almohades en el Marruecos presahariano?, pero quería aproximarme al sitio a pie, tomando la única ruta de caravanas que unía directamente los tres puertos saharianos; M’hamid (Taragalte), Tamedoult (Tata) y Tighmert (Noul Lamta), era una de las vías principales de la red y por lo tanto era lógico que situaran una fortificación en el paso de Taghjijt. Al pasar por el paso natural tuve la misma sensación que cuando lo hice junto a la fortificación de Aoufilal (Errachidia), Tazagourt (Zagora) y Amergou (Taounate).

 

Justo después de Qafila Thalitha subí a Dar Sultan con Ahmed Dabah (estábamos buscando lugares para proponer visitar a los artistas de Caravane Tighmert), quise examinar el lugar para compararlo con las otras fortificaciones almorávides, sobre todo porque durante las excavaciones arqueológicas, algunos datos de Carbono-14 databan la construcción durante la dinastía almohade, sin embargo, las piezas de madera correspondiente a los forjados encontradas en los muros de piedra indicaban que podían ser de época almorávide. Haría falta un estudio con más profundidad, pero en mi opinión la construcción es almorávide y posteriormente fue reutilizada por los almohades. Lo que está fuera de toda duda es la importancia estratégica de su posición, única forma de controlar las caravanas que llegaban desde el desierto y que no se detenían en Tighmert, dirigiéndose directamente hacia Zagora, Ouarzazate y Marrakech o bien, Zagora, Rissani, Fez. 

 

En noviembre de 2019, justo antes de Qafila Rabbia, quise visitar una fortificación almorávide cercana a Aghmat (Marrakech), en las estribaciones de las montañas del Alto Atlas, Tasghimout (1124). Una vez allí, observé las mismas características que en las demás fortificaciones almorávides; piedra, levantada sobre un cerro y con una visión privilegiada sobre una feija (nombre que dan los nómadas a los pasos protegidos por montañas y que no necesariamente constituyen un valle). Se trata de la construcción almorávide de mayor extensión de cuantas se conocen en Marruecos, 47 hectáreas. Después de comentar mi visita a mis amigos de la asociación Labina de Marrakech, decidimos organizar una visite guiada con estudiantes de arquitectura para explicarles el lugar. Fue muy interesante compartir análisis con geólogos, historiadores, constructores, arqueólogos, arquitectos... Sin embargo, tuvimos algunas discrepancias sobre las funciones de esta fortificación. Según los historiadores, debía proteger la ciudad de Marrakech, que había sido fundada recientemente, en 1070, pero si se pensaba como caravaneros, no tenía sentido. Las dos posibles rutas para cruzar el Alto Atlas y llegar a Marrakech eran el paso de Tichka (procedente de Ouarzazate y el valle de Drâa) y el paso de Tizi n’Test (que conectaba con Taroudant). En ambos casos, los caminos para llegar a Marrakech se mantenían alejados de Tasghimout, el primero por Ait Aourir y el segundo por Tahanaout. Sin embargo, si los atacantes descendían de Tichka mientras se dirigían hacia Aghmat a través de la feija, entonces se encontrarían con la fortificación. En definitiva, Tasghimout tenía la función de proteger Aghmat, lo que era normal, porque mantuvo su importancia económica tras la fundación de Marrakech. Cuando le expliqué el razonamiento desde el punto de vista de las caravanas, los historiadores respondieron que nunca podrían haber pensado de esta manera y que probablemente yo tenía razón. Unas semanas más tarde, mientras leía Le Maroc Noir, encontré un capítulo que describía los enfrentamientos entre almorávides y almohades en Aghmat en 1126, mencionando la importancia de Tasghimout para la defensa de la primera. 

 

Unas semanas más tarde, después de Qafila Rabiaa y el Festival Taragalte, pude visitar la fortificación de Irhir N’Tidri, en el paso entre los palmerales de Ktaoua y M'hamid, que había hecho precisamente durante Qafila Oula en 2016, pero sin tener conocimiento de todos los vestigios que aún existían en los distintos cerros y que conformaban los dos espacios oasianos. En el estudio de cronología del valle del Drâa se observa la complejidad del patrimonio y la dificultad para fecharlo, por su extensión y por la información inexacta y a veces contradictoria de la época. En cualquier caso, fue interesante visitar otra fortificación construida en piedra y elevada sobre un paso natural de caravanas. 

 

Ya solo me queda visitar una fortificación almorávide, Jebel Moudawar, cerca de Rissani (Sijilmasa), que probablemente estuviera cerca del lugar donde montaban el “mercado de mayoristas” para cubrir las necesidades de las caravanas, un zoco que Ibn Battuta situaba al este de los ríos Ziz Gheris en la crónica que escribió durante su visita a Sijilmasa en el siglo XIV.

 

Todas las fortificaciones almorávides de Marruecos tienen dos elementos en común, estar construidas en piedra y estar ubicadas en un pasaje de caravanas. Era normal querer ir a los orígenes de esta dinastía para intentar comprender su pensamiento, sus métodos constructivos y sobre todo comparar estas construcciones con la ciudad de Ouadane, que había sido construida íntegramente en piedra. Para entender las fortificaciones almorávides marroquíes era necesario ir a la región del Adrar en Mauritania.,,

 

 7. obûr

Febrero de 2010 fue el comienzo de innumerables encuentros, descubrimientos y aprendizajes y que tras mi primer viaje al desierto me llevaría a los oasis (con sus alcázares y sus tribus) y posteriormente a los territorios nómadas. Para conmemorar el décimo aniversario de ese primer viaje (iniciático) quise repetir la misma ruta, Ceuta-Tighmert, pero Mohamed Arejdal, “instigador” del primer viaje, me dijo que no debíamos quedarnos en el pasado y que debíamos mirar hacia adelante, yendo más allá, a Mauritania; propósito que dio origen a Obûr, una travesía física (en coche) y en cierto modo mental, del desierto, desde la orilla norte hasta la orilla sur del Sáhara. 

Mientras estudiaba la geografía del desierto y mientras caminaba por el borde montañoso que precede al Sáhara en Marruecos, en el marco de Project Qafila, siempre había percibido esta frontera imaginaria (a veces coincidiendo con los límites entre Marruecos y Argelia) como un acantilado que separaba el mundo conocido en la parte superior, de otro mundo más abajo donde el hombre no podía controlar nada, permaneciendo a merced del desierto, pero la oportunidad que tuve de visitar varias veces la región de Dakhla-Oued ed-Dahab (Río del Oro) me permitió atravesar, en cierto modo, tanto las fronteras físicas como las psíquicas, y adentrarme allí donde solo los nómadas podían vivir, como si fueran una especie humana diferente. Esta vez no se trataba solo de entrar en su territorio sino de cruzarlo por completo, sabiendo que en realidad íbamos a “rodear” el Sáhara y que no íbamos a seguir las rutas de las caravanas que en realidad eran casi inexistentes en esta zona. También era importante realizar este viaje en compañía de queridos amigos, como Younès Rahmoun y Ahmed Dabah, que también estuvieron detrás del primer viaje en 2010. 

Me había preparado para este viaje leyendo información sobre la historia de la región del Adrar porque teníamos interés en comprender mejor un lugar que había estado conectado, a través de las redes de las caravanas, con Noul Lamta. La idea de ver sobre el terreno los vínculos que las caravanas habían logrado establecer entre dos lugares separados 1000 km, había estado en mi cabeza desde 2015, durante mi primer Festival de Taragalte, donde pude experimentar lo que significaba una encrucijada de caminos saharianos, aunque los mauritanos, malienses, argelinos y nigerianos hubieran llegado en avión, pero escuchar el mismo tipo de música, ver la misma manera de vestirse y hablar con gente que tiene la sensación de pertenecer a un mismo espacio geográfico, me ayudó mucho para empezar a comprender el desierto y sobre todo cómo podían ser los puertos saharianos (como fueron los casos de Tighmert y Ouadane). Además, los sucesivos encuentros con Mokhtar (un nómada de la tribu Aarib) contándome sus viajes entre Marruecos, Mali y Mauritania, inculcaron en mi cerebro la necesidad de cruzar el desierto, de un puerto a otro, aunque fuera en coche por culpa de los conflictos y cierres de fronteras entre los países afectados. 

 

 8. Caravane Ouadane

El 3 de enero de 2020 recibí un mensaje de una portuguesa, Isabel Fiadeiro, que tiene una galería-centro de arte en Nouakchott (Zeinart), que había leído información sobre Caravane Tighmert y que quería saber más sobre el festival que cada año organizan los descendientes de los esclavos que viven en Tighmert ya que ella forma parte de una asociación, Teranim, que trabaja precisamente sobre la cultura de los descendientes de esclavos en Mauritania y quería explorar las posibilidades de colaborar con ellos. Un día después intercambiamos mensajes, pero sobre Caravan Tighmert porque no hay mucha información sobre el Festival de los Esclavos en Internet (un evento íntimo dirigidos a ellos mismos y sin ninguna intención de convertirse en un festival al estilo europeo). Después de haber visto los enlaces que me había enviado Isabel, me quedé bastante impresionado al ver el archivo digital que habían creado en Teranim con los cánticos y danzas de Mauritania; no existe un archivo parecido en Marruecos (a excepción del que hizo Paul Bowles en los años 50), a pesar de la riqueza de danzas que tienen. Pensé que quizás sería interesante conocer a esta mujer y al director de Teranim, Mohamed Ali Bilal, durante nuestro viaje a Mauritania, así que el 13 de enero le dije a Isabel que en una semana estaría en Nouakchott con Younès Rahmoun y Ahmed Dabah para conmemorar el décimo aniversario de mi primer viaje al desierto (Obûr). Ella se sorprendió mucho y rápidamente comenzó a aconsejarnos sobre qué hacer y dónde ir en Mauritania, especialmente en el Adrar que era nuestra prioridad, ya que queríamos visitar Chinguetti al ser el lugar más famoso de la región cuna de la dinastía almorávide. Tras explicarle quiénes eran los dos amigos que venían conmigo, hizo circular la información entre sus amigos y contactos y el día antes de mi salida de Ceuta se ofreció a organizar una reunión en el jardín de su centro, con investigadores, artistas, arquitectos, periodistas y activistas culturales. Fue una reunión muy enriquecedora y nos sentimos un poco abrumados por la acogida, por su interés en lo que hacíamos en Tighmert y por la cantidad de temas que teníamos en común.

Además de Isabel Fiadeiro, pudimos disfrutar de la acogida de la tribu Azouafit. Tres días antes de nuestra llegada a Nouakchott, al pasar por Guelmim para recoger a Ahmed en su oasis, este se puso a buscar con el jefe de su tribu, a algún azouafit que viviese en Nouakchott y que pudiese alojarnos tres noches. Tardaron 20 minutos y finalmente nos quedamos en casa de Lahcen Bailal, que aprovechó nuestra estancia para presentarnos a otros miembros de la tribu y así discutir sobre multitud de temas asociados a la tribu, Marruecos, Mauritania, el desierto... Durante esas reuniones y encuentros me di cuenta de la importancia que todavía tiene hoy en día la identidad tribal en el sur de Marruecos y en Mauritania. Con esta bienvenida, era normal querer volver en un futuro próximo, sin ni siquiera haber visto apenas nada del país.

Durante la visita que realizamos al Museo Nacional de Mauritania, su director nos explicó la importancia de mirar el Sáhara desde la orilla sur y cómo su país era un lugar de intercambio y diversidad entre el Magreb y el África Subsahariana, gracias en particular a las tribus nómadas y a las caravanas. Estos últimos comentarios fueron la confirmación de todo lo que había leído, escuchado y experimentado durante mis investigaciones y viajes en el sur de Marruecos. Tras regresar a Ceuta encontré una publicación de los años 30 que reforzaba esta idea del director, una recopilación de relatos orales sobre la historia de Mauritania según la tradición de cada tribu. 

 

Tras tres días en la capital, llegó el momento de ir al Adrar y aunque Isabel nos había hecho cambiar nuestro plan (pasar más tiempo en Ouadane), seguíamos manteniendo la idea de quedarnos al menos una noche en Chinguetti, pero una vez en Ouadane, desde las primeras conversaciones con Zaida Bilal supimos que íbamos a quedarnos allí todo el tiempo. Solo 3 o 4 turistas pasaron por el albergue durante nuestra estancia lo que nos permitió pasar más tiempo con Zaida que a su vez aprovechó para contarnos tranquilamente su propia historia personal y la de su ciudad, explicándonos la situación actual del turismo, la agricultura, el agua, la arquitectura tradicional y contemporánea, la conservación del patrimonio (Ouadane está catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), los nómadas… También nos contó cómo de niña le pedía un bolígrafo o un caramelo a los pocos turistas que pasaban, incluyendo a personajes “famosos” como Theodore Monod que esos tiempos usaba la ciudad como punto de partida o llegada para sus expediciones en esta parte del desierto. ¡Había conocido a Théodore Monod! Una de las personas que a través sus escritos, entrevistas y documentales, me incitó a venir a Mauritania. Al final de nuestra estancia Zaida nos dijo que desde nuestra llegada también se había dado cuenta que no éramos turistas. Normalmente el 80% de sus clientes solo se quedan en Ouadane una noche y solo los investigadores se quedan 2 o 3 noches, pero nadie suele quedarse 4 noches como nosotros...

Debo recordar que uno de los objetivos de este viaje era explorar las huellas que las caravanas (y los nómadas) habían podido dejar en Noul Lamta y en el Adrar, en este sentido fue un verdadero placer asistir a las conversaciones entre Ahmed y Zaida comparando las diferentes técnicas de riego; los tipos de plantas y árboles que cada uno plantaba en sus palmerales; los sistemas constructivos de piedra de Ouadane y el de las fortificaciones almorávides; similitudes que eran más que lógicas cuando encontré a mi regreso a Ceuta dos artículos (1,2) sobre la tribu Bafour, considerada la más antigua de Mauritania establecida en la región del Adrar, al menos, desde la antigüedad (se dice lo mismo de los draoui del valle del Drâa en Zagora, salvo que estos últimos todavía viven allí). Según estos artículos, esta tribu podría ser judía y también haber estado en Noul Lamta. Se dice que las primeras tribus judías llegaron a Marruecos en el siglo V A.C. precisamente a Noul Lamta, donde todavía hay una sinagoga (construida hace unos siglos) y una mellah en ruinas en el oasis de Ifrane Atlas Saghir. Según estos investigadores, los Bafour eran sedentarios y serían responsables de la creación de los oasis en el Adrar (y quizás también en Noul Lamta) y de la construcción de edificios. Nuevamente, serían necesarias más excavaciones para poder avanzar en el conocimiento del Adrar, ya que no hay certeza sobre la fecha de la fundación de Ouadane, al menos de la ciudad que llegó hasta nuestros días. Algunos dicen que es posterior a la dinastía almorávide, 1147, el mismo año de la toma de Marrakech por los almohades, pero una dinastía no desaparece de la noche a la mañana, sobre todo si la capital estaba a 1.300 km de distancia y los almohades estaban más preocupados por controlar los territorios al norte de Marrakech y de la Península Ibérica, y no tanto del Sahara. Creo que se podría afirmar que Ouadane fue fundada por los almorávides y habrá que investigar sobre ello en el futuro.

El último día en Ouadane, con Ahmed y Younès, planteamos la posibilidad de organizar algo en el futuro (tal vez estaba buscando una excusa para volver), dadas no solo las similitudes o paralelismos históricos con Tighmert, sino los contactos que habíamos hecho: Isabel, Mohamed Ali y Zaida. Se podría decir que Zaida es el Ahmed Dabah de Ouadane; luchó por cambiar su destino, por desarrollar su propio negocio, por mejorar las condiciones de vida de sus vecinos con proyectos sociales y turísticos, en definitiva, una persona con quien es una delicia pensar y trabajar para dar a conocer la cultura y el patrimonio de su ciudad. Lo mismo podría decirse de Isabel, que desde hace años acompaña a artistas y diseñadores de Nouakchott en un intento por desarrollar una escena artística y creativa en el país. Y Mohamed Ali, un activista que utiliza la cultura para pedir la abolición real de la esclavitud en Mauritania con todos los problemas políticos y sociales que ello conlleva. Éramos conscientes que sin haber conocido a estas tres personas, nunca hubiéramos pensado en organizar un evento cultural en Ouadane porque un proyecto así tenía que construirse con los lugareños, como hicimos en Tighmert y Moulay Bouchta.

Pero, ¿qué tipo de evento se podría organizar en Ouadane? La primera idea fue Caravane Tighmert en Ouadane, pero suponía importar directamente lo que ya estábamos haciendo en Marruecos y no queríamos hacer como la mayoría de europeos que intentan implantar proyectos culturales imponiendo su visión de la industria cultural. Había que crear algo específico, adaptándose a la realidad cultural de Ouadane, de Mauritania y del desierto, de ahí la idea de Caravane Ouadane. Ahora bien, tampoco podíamos negar nuestra experiencia en Tighmert (Caravane Tighmert) y Moulay Bouchta al-Hammar (Zakhra), donde a lo largo de los años hemos probado diversas actividades e iniciativas para desarrollar la cultura contemporánea en regiones remotas. Luego están las similitudes culturales entre Tighmert y Ouadane, que serían de gran ayuda a la hora de ofrecer la participación de artistas mauritanos y marroquíes en este tipo de proyectos donde utilizamos la cultura contemporánea para descubrir y profundizar en la cultura tradicional. Por eso era importante contar con artistas que ya conocían la ciudad, como Malika Diagana y Cécile Ndiaye, o que trabajan en temas directamente relacionados con esta región, como M'barek Bouhchichi que además de intentar darle visibilidad a las personas de color en Marruecos (considerados en el norte como subsaharianos o como descendientes de esclavos), su tribu Aït Oumribt, es originaria del Adrar. También está Laila Hida, cuya familia proviene del Ksar Zenega de Figuig (Zenaga o Sanhadja es una de las tribus fundadoras de los almorávides) y que quiere continuar su investigación sobre los impactos del turismo en el patrimonio material o inmaterial de un lugar tras su experiencia durante años en Marrakech, capital turística de Marruecos. O Amy Saw que además de su trabajo como artista visual tiene su propio programa cultural que desarrolla en un centro propio.

Hay otro aspecto importante que perseguimos con Caravane Ouadane. Del mismo modo que los puertos saharianos eran lugares de encuentros e intercambios, estamos seguros que a partir de este primer evento se van a desarrollar nuevos proyectos, no necesariamente entre Ouadane y Tighmert, quizás entre Nouakchott et Marrakech…

Desde un punto de vista personal, Caravane Ouadane me permitirá continuar la investigación asociada a las rutas de las caravanas (Qafila Khamisa tendrá lugar en Mauritania justo antes del evento); nomadismo, geografía, (no) arquitectura, historia, geología... temas que estoy acostumbrado a tratar en Marruecos y que considero imprescindibles para entender un lugar y sus conexiones. También estoy convencido de que aparecerán nuevas pistas mientras me sumerjo en el desierto de Mauritania sabiendo que este me llevará más al sur, al menos, hasta Senegal ya que Mali, debido a su situación política, será imposible visitar en un futuro próximo.

 

 9. shawati

De la misma forma que es fundamental estudiar un lugar y la región con la que interactúa, ya sea Marrakech, Noul Lamta u Ouadane, será necesario aplicar el mismo principio en mi ciudad, Ceuta, en relación con el estrecho de Gibraltar, pues si con mis amigos arqueólogos, historiadores y arquitectos estamos más o menos al tanto de los descubrimientos vinculados al patrimonio, sería interesante tener un enfoque transdisciplinar y contemporáneo como el que tenemos en el desierto. De hecho, será necesario tratar el Estrecho no como una barrera que separa dos territorios si no como un espacio de comunicación y diversidad, el mismo papel que tiene el Sáhara entre el Sahel y el Magreb. Para ello estamos trabajando en un proyecto cultural, Shawati, con algunas estructuras culturales de Tánger (Mahal Art Space, Youmein Festival, Think Tanger), Gibraltar (Kitchen Studios) y Algeciras (Materia, Alcultura), que esperamos poner en marcha tan pronto como se vuelvan a abrir las fronteras. En este proyecto los almorávides seguirán teniendo un papel importante como enlace entre el Estrecho, Marrakech, Noul Lamta, Adrar y quizás algún día Koumbi Saleh (capital del imperio de Ghana que incluía parte de Mali y Mauritania).

estrecho de Gibraltar

 

 10. epílogo

Las conexiones entre Ceuta y Ouadane podrían encuadrarse en un contexto puramente histórico, pero creo que es más bien al contrario, ya que la mayoría de las iniciativas aquí mostradas están relacionadas con la contemporaneidad. Además, el concepto de patrimonio cambia radicalmente desde el momento en el que este aún mantiene su uso original, lo que impide reducirlo a un objeto o sujeto museográfico. Además, las diferentes técnicas (arquitectónicas, hidráulicas, agronómicas, etc.) que aún se utilizan, y que podríamos calificar de contemporáneas, nos facilitarán la comprensión del patrimonio que ya ha perdido su función. Por otra parte, si la cultura tradicional preserva la memoria de las tribus, esta también puede servir como base para desarrollar la cultura contemporánea asociada a un territorio, como hemos visto con Caravane Tighmert y, con suerte, con Caravane Ouadane.

Pero hay otro factor determinante para avanzar en esta “investigación” y que es común a todos los lugares mencionados, el factor humano. Todos estos viajes no hubieran sido posibles sin los amigos con los que compartimos inquietudes, intereses, conocimientos, preguntas, deseos, miedos, problemas… De hecho, el valor que le doy a las conexiones entre Ceuta y Ouadane es precisamente el de la amistad, tejida a lo largo de los años y ampliada a medida que aparecían nuevas regiones y áreas de investigación. Para mí está claro, sin los amigos nunca hubiera podido profundizar en todos estos temas, sin los amigos nunca hubiera puesto un pie en el sur de Marruecos ni en Mauritania...


Ceuta, 12 de octubre de 2o21

images et textes © Carlos Pérez Marín